27 octubre 2012

#37 - Divided

With immigration back in the headlines especially in Alabama, I thought about what being an assimilated immigrant means, especially when you maintain healthy roots to your homeland.

I’d like to explain what I unoriginally call The Change, and it’s not menopause (though I probably could talk about that one too). My Change happens when I go from one country to another, and it’s automatic, natural…basically instinctive. Let me explain.

Here in the States I’m bothered by cigarette smoke, trash in the streets and smog. It angers me that I agree to meet with a friend for coffee at 6 and she waltzes in 20 minutes late. I’m certain that a good chunk of my day I think only in English. I celebrate wholeheartedly the customs and holidays of this country. I love the freeways, the efficiency and logic of most every social process. I anticipate the hurried pace, the distances, the lack of time. The occasional homeless people I see surprise me precisely because it’s so rare to see them. In other words, I adapt and thrive in the urban landscape of living in Dallas, right smack in the middle of the First World.

Then I go to my homeland, to Mexico.

I share the table with six people and I’m the only non-smoker. I’m hit by the unpleasant smell of cigarettes, smoke getting in my eyes, and I don’t even bat an eye. People arrive late and I happily greet them with a smile and a kiss on the cheek. In cars it feels like I’m on horseback, jumping around in the backseat with no seatbelt while other cars flash by furiously and dangerously fast, a couple of inches from us, and still I’m able to smile like a kid. Downtown children literally play with fire for a couple of coins, as do clowns, jugglers and musicians with their marimbas, and Indian women sit with outstretched hands. Though saddened by the blatant sight of their poverty, I know them to be an integral part of my city. While there, English doesn’t come to mind.  Someone suggests taking me to a Starbucks and I react offended. Don’t get me wrong, sadly I’m one of those people that keep Starbucks in business in spite of their overpriced coffee and coffee paraphernalia. But over there it’s the last place I see myself. So I insist on those small coffee shops that are unique to the city where my friends and I make that last of cup of java last for hours in delicious conversation.

As you can see, in my homeland I am another person. I’m the One From There, the one that lives with smog, smokers, poverty, chaos and social tardiness. And there I know myself to be also in my element.

As I said, what’s amazing is the ability of going through The Change. It’s like turning a switch. Click, and I’m the One From Here. Click, and I’m the One From There. One denies the other.

How can we explain, say chemically or physiologically these two consciousness, these two ways of being? Does a specific area in my brain become active while another has to totally shut down?

This is what being bicultural and bilingual is all about—being divided. I’m divided in two: I understand, love and belong to two countries, two languages; I have two pasts and two loyalties.

And this is how I go through life…divided.

29 junio 2012

#13 - Hay un país que me duele (domingo, 1 de julio, 2012)

Escribo esta carta para los oficiales actuales del gobierno de México y para sus cuatro candidatos presidenciales. Nunca pensé que creería en la posibilidad de la libertad de expresión para mí. ¡Qué privilegio!

Muchísimos, yo creo que millones de niños del país que me duele no conocen los días felices. Algunos tiene que salir al mundo pequeños e indefensos. Algunos lo hacen por órdenes de su madre; otros por iniciativa propia. Se suben a los autobuses de transporte público esperando que los pasajeros depositen en la palma de sus manos flacuchas y prietas algunas monedas. Por esas monedas algunos cantarán o venderán gelatinas y otros improvisarán descubriendo alguno de sus talentos. Cuando llegan a casa le dan a su madre su ingreso magro y triste y luego ven cómo su padre borracho sigue tomando y poniéndose cruel y violento con ellos y con ella. De su madre es que aprenden rápidamente que tienen que quedarse calladitos y quietecitos hasta que le pase la tormenta. No dicen ni un solo “ay” pero apenados observan cómo por entre los ojos apretados caen sus lágrimas calientes.

¡Ay, el dolor que siento por estos niños!

Para viejos y jóvenes por igual de este país que me duele, la vida es rara vez buena. La gente gana una cantidad de dinero bien risible por una jornada de trabajo, dinero que tú y yo no aceptaríamos en este poderoso y cómodo país que llamamos nuestro hogar.

Tan injusta es la vida que las cosas que uno considera como “cosa dada”, precisamente por nuestra condición de humanos, no se dan fácilmente en este país que me duele; cosas como una cama, como los días con tres comidas bien dadas; cosas como una jornada laboral de ocho horas justamente pagada; cosas como el agua y el pan y una regadera. Millones de los habitantes de este país que me duele no viven como tú y como yo, con nuestra linda casa, nuestro lindo carrito, con todos los servicios necesarios para vivir una vida digna y decente. Pero sobre todo, tantísimos de los niños de este país nunca se sienten amados ni atendidos. Tanto y tanto me duele esto que pregunto: ¿Cómo dejamos que esto ocurra especialmente a los niños? ¿El gobierno de este país de veras no tiene corazón, son tan ineptos que han perdido la visión o sencillamente les importa un pito cómo viven millones de sus niños, sin una educación adecuada, sin actividades físicas y creativas, comidas saludables, atención medica para hacerlos crecer en belleza, talento, gracia y salud? ¿Acaso estos niños (permítanme llamarlos “nuestros”), acaso nuestros niños no tienen derecho al amor, la leche y los pañales, de dormir profundamente y de crecer sanos? ¿Acaso no merecen ser mimados y que se les canten dulces arrullos en español (a la rurrú niño, a la rurrú ya, duérmete mi niño, duérmeteme ya)?

La gente de este país que me duele está harta y hasta la madre de estar absolutamente harta y hasta la madre de este status quo injusto y tan largamente aguantado. Ahora las masas empiezan a juntarse y dicen: “Basta, idiotas. Estamos hasta el copete de que tan descaradamente se llenen los bolsillos con el fruto de nuestro arduo trabajo y de las contribuciones que hacemos, que piensen que nuestros impuestos están allí nomás para que ustedes se los tomen. ¡Basta! Nuestro hartazgo no puede ni ser nombrado, así que dígannos el ‘uno-dos-tres’ o el ‘uno-tres-dos’, llámenos ‘Nosotros El Pueblo’. Y dejen de pensar que solo los jóvenes estamos aquí en las calles. Somos todos nosotros, son todos. Estamos en países extranjeros, muchos de nosotros tal vez sintiéndonos exiliados y desubicados gracias a su inhabilidad de contener y satisfacer nuestras necesidades más legítimas. Calladitos nos vamos a trabajar y blogueamos en esta Nada que llamamos Internet y redes sociales, en esta Nada donde de todos modos convergemos para mofarnos de ustedes, gobernante tontos. Estamos dondequiera, estamos aquí. Yo estoy aquí llorando de rabia y de desesperación. Estoy deseándoles la ira de Dios como nunca lo he hecho en mi existencia. Les estoy deseando la ira divina pero también estoy implorándole su gracia sobre la cojonuda gente (como nos llama Benedetti), pidiéndole que nos salve de la continuación de lo mismo que nos han venido dando ustedes desde tiempos inmemoriales. Dejen de tragarse el país, mamando sus bienes y sus riquezas para su beneficio personal. Tómense los millones que ya han hurtado y lárguense. Dejen este país en paz”.

Porque en el país que quiero recordar y que quiero retome su lugar la cosa más real es su gente. Gente que todos los días se va a trabajar o a la escuela nada más que para asegurarse de que el país sigue operando y sabe que nosotros sabemos su noble fin: el bienestar de su gente, de toda su gente.

En este país que recuerdo y que quiero que retome su lugar, muchas mujeres se quedan en casa, lo sé, pero, claro, nunca están quietas. Se quedan para asegurase de que los pisos de su casa brillen y que sus plantas se conservan verdes y turgentes; se quedan a lavar (y si es necesario, lavar a mano) la ropa de su familia y hasta a planchar. Luego caminan por entre los puestos del tianguis para comprar los verdes, rojos y blancos de sus legumbres para cocinar la comida del mediodía y la cena para sus seres amados. Las manos de estas mujeres, siempre húmedas y en vuelo, siempre están ocupadas y son bien trabajadoras. Son las manos de las mujeres las que sostienen a los hombres de este país, a sus hijos, a todos para que produzcan y aprendan y generen y disfruten de la riqueza a la que tienen derecho. Las mujeres son la gracia del alma que define a este país; allí mismo veo las manos de mi hermana tan servicial y de mi aguantadora madre octogenaria.

En la escuela los niños se quedan quietos y callados para demostrarles a sus maestros que saben escuchar y obedecer. La mayoría de ellos se ven cautivados por la milagrosa habilidad de sus cerebros de aprender y aprehender cosas que no están disponibles en su realidad inmediata, cosas como los números pero que con la instrucción adecuada de sus maestros pueden crear este fantástico mundo en sus mentes. Lo mismo ocurre cuando los maestros les hablan con honestidad del pasado, pero no de algo pasado como el partido de futbol del domingo. No, estas cosas pasaron hace cientos, tal vez miles(!) de años; les pasaron a gente que les dicen son sus antepasados y a quienes ya casi ni se parecen. Te digo, que es como ¡magia! Es difícil entender que si quieres entender el presente a veces tienes que ver hasta muy, muy atrás.

Sin embargo, el punto alto de su día escolar es el recreo cuando la energía almacenada y contenida toda la mañana estalla en juegos y torrentes incontenibles de carcajadas y risas que hasta a Dios hacen sonreír con gusto y deleite.

A mí no me hablen de crimen organizado, de sus narcos y de cómo no pueden ofrecer a sus ciudadanos una vida y trabajo decentes donde nuestros padres no sientan que tiene que emigrar al Norte arriesgando su vida, olvidando sus familias. La lista de sus fracasos e ineptitudes crece y se multiplica por donde le vean. Y no hagan que empiece con las playas, bosques y árboles, de nuestro selvas y nuestro clima y de su irresponsable y descuidada falta de educación ambiental. Y por favor ni se les ocurra culpar a la gente. La gente anda ocupada tratando de vivir al día y de no morir en el intento. ¿Cómo puede preocuparse por el ambiente y las generaciones del futuro? Por primera vez háganse ustedes responsables de sus fracasos.

Finalmente, no me importa qué iniciales tengan: pri, pan, prd, panal. No me importa. Lo que me importa y lo que les exijo es que por una vez en su vida demuestren un sentido estricto de la moral y sean seres evolucionados, se los exijo llegado este primero de julio. Y de ahí en adelante. Se llegó la hora para los héroes, de ellos es el momento. Si ustedes no lo pueden ser, ahuequen el ala porque les están pisando los talones.

(Publicado en el sitio electrónico 15.diario.com el 28 de junio)

07 junio 2012

#12 El porqué de un blog

El primer recuerdo de mi vida es cuando mi padre se sacó el cinturón para darnos tres. Mi hermana Irma y yo tendríamos tres y cuatro años, respectivamente. Mis padres estaban en la misma habitación que nosotros jugando a las damas chinas teniendo como mesa, según recuerdo, una caja de cartón. Irma y yo andábamos locas dando de brincos sobre la cama (de mis papás creo). El problema es que no andábamos descalzas. Llevábamos puestos los zapatos de mi mamá, los de tacones puntiagudos (de aguja), que eran la moda de mediados de los 1960.

Creo que de algún modo yo entendía que lo que estábamos haciendo era incorrecto pero estaba confundida por el silencio y la concentración de mis padres en su juego (aparente indiferencia), lo cual nos llevó a pensar que la destrucción que creábamos no era en realidad nada grave. Pero, claro, que lo era. Para cuando teníamos el colchón en el piso sin dejar de saltar felizmente, sintiendo que los tacones se hundían en la borra del colchón, vimos que mi papi se levantaba de su silla y sin decir una palabra se sacaba el cinturón, para darnos tres a cada una.

A veces me pregunto si esa primera y violenta conciencia de mí me predispuso a que me convirtiera en mi peor juez y critica, casi siempre esperando lo peor desde el comienzo (tendencia que espero ya superada).

A pesar de la pobreza y de los escasos recursos de mi padres, en general puedo decir que tuve una infancia feliz. Definitivamente no hubo excesos, ni abundancia, pero fuimos amadas y protegidas por Luis y Marga de la mejor forma en que ellos pudieron hacerlo.

El otro recuerdo que resalta en términos de lo que me hizo considerar la posibilidad de que soy merecedora y valiosa ocurrió a mis 16 estando ya en la prepa en México. Nuestro profesor de Español nos dejó de tarea que escribiéramos un ensayo con el título “El día más feliz de mi vida”. Para entonces mi angustia adolescente me hacía cuestionar si yo podía decir que había tenido un día feliz, deprimida e infeliz como me sentía cotidianamente. Pero siempre estudiosa y obediente, después de mucho pensarlo me decidí por escribir acerca de la reacción de mi padre cuando se enteró de que había sido aceptada en el sistema educativo de la Universidad de Guadalajara para comenzar mis estudios preparatorianos. La reacción de mi papi fue una de tan extremo gozo que se quedó para siempre grabada en el alma de aquella muchacha de 16 años que yo era entonces. Todavía puedo desempolvar ese recuerdo cuando se me antoje: la blancura de su ancha sonrisa extendida por su rostro oscuro; el alto brillo de sus ojos negros; su grito de alegría y casi incredulidad (“¡Ya entraste, m'ija, ya entraste!”), mi extrañeza e incapacidad para comprender la intensidad de su emoción sobre el haber sido aceptada a aquel imponente y Colonial edificio. Lo que sea que haya sido, es bueno, reflexioné: mi papi está contento (por ende, “el día más feliz de mi vida”).

No fue hasta mis años adultos que comprendí cabalmente. Entendí lo que este logro más bien pequeño y hasta normal pudo haber significado para un hombre como mi padre, campesino mexicano y sin escolaridad alguna.

Después de leer mi ensayo enfrente de mi clase (sí, obtuve un 100), mi maestro me felicitó y varios de mis compañeros se me acercaron para decirme que les había gustado mucho mi escrito.

No recuerdo haber pensado nada; más bien recuerdo una agradable sensación de inclusión y aceptación, de logro. Yo había hecho algo de lo cual otros aprobaban. Tal vez allí se empezó a germinar una saludable autoestima; algo que me hizo pensar “tal vez esto es lo que llaman talento, un talento para escribir sobre mis experiencias personales con las que otros se puedan relacionar sin importar cuán diferentes nuestras vidas”.

Ceo que esto es lo que busco cada vez que escribo para mis dos blogs.

29 mayo 2012

#11- Genio inverosímil o la memoria de mis huesos

Releo dos libros; uno en español que probablemente leí en los ochenta, Rayuela de Julio Cortázar y otro que seguramente leí a comienzos de los noventa, The Color Purple de Alice Walker.

http://www.google.com/url?source=imglanding&ct=img&q=http://weirdfictionreview.com/wp-content/uploads/2012/01/julio_cortazar2.jpg&sa=X&ei=2GatT5ecJpD46QHvysnWDA&ved=0CAkQ8wc&usg=AFQjCNHS2cWCocAbe7U73PZNiXf4-JtoLg

Julio

Tengo que decir que en realidad los estoy disfrutando mucho más en esta segunda vuelta. No soy muy dada a releer libros, como tampoco soy muy dada a ver películas más de una vez. Para mí, por lo general, la segunda vez encuentro menos placer. Recuerdo haber leído Éxodo de Leon Uris, mi libro súper predilecto de la adolescencia. Mi libro era en español y recuerdo que me hizo llorar más de una vez. La segunda vez lo leí en inglés y no me resultó tan conmovedor. También lloré como bebé cuando vi la película de Benigni’s La vida es bella por primera vez, mientras la segunda vez, aunque estrujante, no me hizo llorar. Por esto es que no quiero volver ver la película Crash. Mi primera vez, fui solita al cine y sollozaba a viva voz. Mis lágrimas me parecieron purificantes. No quiero volverla a ver y sentirme indiferente a su belleza y a su historia.

Pero bueno, válgame, ese Cortázar, qué tipo más brillante, ¿eh? A veces creo que me gustaría que viviésemos la vida como Oliveira, con su ácida y filuda inteligencia que te hace analizar todo en la vida y luego tener el lujo de poder conversar con tus amigos de un modo profundo y significativo. Ay, cuando hablan de jazz y literatura no es de sorprender que La Maga se sienta estúpida, ¿quién no? Cada rato me descubro devolviéndome un par de hojas para tratar de encontrar de qué diablos están hablando y cuando salgo de la plática sigo confundida y con preguntas.

Los héroes de mi esposo son Cortázar y el peruano Vallejo. Leí Rayuela por curiosidad pero sin duda 62/Modelo para armar e Historias de famas y de cronopios los leí por Raúl. Es por él que sé de la carga poética de morirse un jueves de aguacero en París. Raúl se ha leído todas las obras de Cortázar y creo que también las de Vallejo.

Cuando trato de imaginarme una realidad como la que viven Oliveira y el resto del Club de la Serpiente, puedo ver cuán irreal es todo esto. ¿Quién decide quedarse con una pianista que se considera una genio hasta el punto de acusarlo de que alguien como Horacio la hostiga sexualmente? ¿Quién como Horacio se queda con una indigente, se emborracha con ella hasta que ella se da la confianza de querer “mamarle la pija”? Por favor, qué locura. ¿Cómo puede alguien como Horacio descubrir un bebé frío de muerte en la cama y no decir ni hacer nada? Creo que estas cosas pasan en la literatura, para que uno pueda cuestionarse más rollos existenciales que creo soy demasiado estúpida para pensar, mucho menos preguntar. Pero sé reconocer la brillantez de Julio. Gracias a él y con él he caminado (felizmente) cuadras y más cuadras por las calles recién llovidas de París, cuestionando el mundo con su inteligencia que no cesa ni descansa. Me he sentido tan sola y tan tonta como La Maga, y me he identificado con ella, totalmente cautivada y en desventaja ante Horacio y Ossip y Etienne y el resto de estos bohemios cultos, y su surrealismo, su torrente de conciencia y demás merde.

Por supuesto, The Color Purple es una experiencia más triste. Habla de otro mundo, un mundo que tristemente para mí es más inmediato, más real y cierto que el de Oliveira. Es un mundo con el que me relaciono mejor. Estoy familiarizada con sus personajes y sus fallas y sus historias. Es un mundo de algún modo conocido por mí. Tal vez son mis huesos y mis genes los que recuerdan un mundo como el de Celie.

Espero que mi hija tenga oportunidad de leer estas obras maestras. Así de tanto valen la pena

29 abril 2012

#10 - Querida Peggy: Tu Cara, mi Valentina

Querida Peggy: Después de ver a tu Cara en su hermoso vestido largo para su fiesta de graduación de la preparatoria (prom), me puse a pensar en mi niñita y el recorrido que está por comenzar este otoño cuando empiece la prepa (high School).

Debo admitir que todo lo relacionado con la high school me confunde y pone nerviosa. En Estados Unidos yo cursé de primero a quinto año de primaria y un poco de séptimo grado. Eso es todo. Después de eso pasaba los nueve meses del año escolar (o menos si mis padres lo podían negociar) en México.

Por eso fue que me sorprendió descubrir que lograr formar parte del llamado Drill Team es visto como algo notable. Para serte franca, apenas es que comienzo a familiarizarme con términos como drill team, varsity y anexos, habiendo no tenido yo ninguna experiencia o conocimiento directo sobre ellos.

Para mí, mi equivalente preparatoriano en México fue de lo más difícil (al principio) y una  experiencia de lo más maravillosa (al final).

En la prepa recuerdo encuentros (no académicos) importantes: el cigarro, la cerveza y bebidas alcohólicas más fuertes, el “agasajo” o contacto sexual, y la tentación de consumir estupefacientes y otras posibilidades no sanas pero seductoras.

En general, yo fui una muchacha callada y buena.  Sí, probé los cigarrillos y el alcohol, practiqué el “agasajo” de un modo más bien tímido e inadecuado con aquel muchacho que fue mi primer marido, pero nunca probé la “mota” ni demás posibles acompañantes más peligrosos.

Me pregunto cómo es esta experiencia de la high school ahora en Estados Unidos, una high school como a la que asistirá mi Valentina. Me pongo a imaginar y le digo que seguramente tendrá que tomar decisiones difíciles que por no estar a su lado, yo no podré tomar por ella. Le digo que se va a ver expuesta a conductas que consideramos inmorales e incorrectas y otras que de plano serán ilegales. Ella cuenta con mi confianza y con mi amor porque creo que es una chiquilla razonable que se ha impuesto altos estándares morales para sí misma. Creo que tendrá que alejarse de algunas cosas, como el agasajarse en público cuando este debiese ser un comportamiento altamente privado que no se realiza para que otros lo prsencien. Verá y escuchará que muchachos y muchachas hacen cosas totalmente inapropiadas pero que yo espero ella les sepa dar la espalda y alejarse sin mirar atrás.

Bueno, yo sé que probablemente ya has discutido y escuchado de estas cosas por tu Cara que ya pronto saldrá de esta fase de su vida para entrar a su  fase de “joven adulta”. Me preguntaba si Cara no tendrá algunos consejos que pudieran ayudar a que Valentina, la novata, evite los baches más obvios y los obstáculos culturales de la high school que muy pronto habrán de compartir.

13 abril 2012

#9 - Mis libros: Carry the One de Carol Anshaw


Admito que estaba un poco distraída cuando empecé a leer este libro. Lo compré impulsivamente para mi Nook. Después de leer las primeras 15-20 páginas, tuve que volver al principio y recomenzar porque no podía mantener en claro a los personajes y sus relaciones. Una vez que lo logré, de verdad que disfruté esta novela.

El título tiene que ver con la aritmética y la suma, cuando tienes que “llevar el uno” a la columna izquierda para proceder con la suma. En el caso de esta novela “el uno a llevar” es una preadolescente, Casey, muerta por un auto lleno de jóvenes drogados y borrachos, descuidados después de la recepción de una boda en la que la novia vistió de rojo. Como es el caso cuando sé es joven, no hay conciencia cabal de cómo esta tragedia puede, lo hará y marcará el resto de sus vidas.

La narrativa se centra en tres hermanos, claramente inteligentes: Carmen (la novia, activista social y madre de Gabe, uno de los personajes menores), Alice (una pintora cuyas obras le ganan fama y fortuna) y Nick (un astrofísico lleno de promesa que vive prisionero de y sucumbe a sus adicciones).

Seguimos la vida de esta tres personas y la gente que les es importante en el curso de 25 años y vemos cómo no pueden o no quieren perdonarse a sí mismos por haber estado en el coche que mató a Casey. No pueden encontrar la redención ni el autoperdón a través de su trabajo, sus logros, las relaciones que establecen a medida que crecen y maduran. Son incapaces de identificar y asirse a las ventanas de gracia que se les van abriendo en la vida. También viven sin ningún sentido espiritual/religioso de fe que los pueda auxiliar para soltar la culpa y darle un intento a la felicidad (la felicidad, me pareció, es como una ofensa por la tragedia que los vincula).

Anshaw escribe con claridad y con precisión y con hermosa y sagaz humanidad. Pude valorar la forma en que entreteje sin enjuiciamientos  temas con los cuales no todos se sienten cómodos, digamos, la homosexualidad. Otro tema discutido con naturalidad y sin aspavientos es el consumo y abuso de estupefacientes y el vacío que genera, la falta de dirección cuando no puedes más que asirte a la vida para no morir (o para asirte al siguiente toque, sorbo o trago, como en este caso).

Y esa chiquilla, por tanto tiempo muerta es un elemento constante y presente en nuestra lectura. Alice la pintora ejecuta una serie de óleos en donde figura la pequeña Casey vistiendo las prendas que llevaba puestas cuando murió pero como si hubiese crecido y vivido su vida. Nick visita a la familia cada año, como en peregrinación (al final la madre de Casey puede finalmente hacer las paces con él). Carmen se mete de lleno a sus causas y a su activismo social.

La persona que desaparece pronto es Olivia (la entonces novia de Nick) y la que manejaba el coche aquella fatídica noche. Olivia reaparece hacia al final para formar parte de una de las escenas que me parecieron más conmovedoras de la novela y que tiene que ver con un sueño y una superficie resbalosa.

Los personajes de Carry the One son un desmadre y viven una vida desmadrosa. Pero acaso, pobres seres humanos, ¿tenemos más alternativas? Me temo que no.

02 abril 2012

#8 - Mis películas: La Délicatesse

NOTA: Ay, pobre de mí. Mi rutina de escribir en mis blogs se ha visto trastornada porque en “Trust Me” no he podido “postear” nada desde hace como tres semanas. Les escribí a los de Blogspot y no me respondieron. Claro, esto significó que no me acercara a mis “Cotidianas”.  He hecho el ánimo de invertir el orden y seguir con las “Cotidianas”, blog que parece no haberse visto afectado. Me quedo con la esperanza de que tal vez en algún momento se haga un “reseteo” en “Trust Me” y pueda recuperar mi rutina. (Suspiro que de mí sales…)

Mis películas: La Délicatesse
Audrey Tautou, François Damiens
Dirección: David Foenkinos, Stéphane Foenkinos

Disfruté esta película, porque supongo que uno nunca deja de ser lo que siempre ha sido: una cursi. Me pareció dulce y verosímil, si bien en algunas muy contadas ocasiones un poco colgada pero no como para influir en mi deleite por la cinta.

Es una historia de amor o de dos amores, los dos ciertos y profundos, uno, el de la juventud, el ideal, el primero, el que siempre se da lleno de magia inesperada, cuando la cursilería tiene más melcocha pero el alma la digiere de lo mejor. Se trata de Nathalie y François que se enamoran y casan y viven el amor pleno y satisfecho de sí mismo. Una tarde François sale a correr mientras Nathalie se queda leyendo y al rato viuda.

Uno puede imaginar la profundidad del dolor que causa la ruptura inesperada de lo que es la fuente de tu alegría y de lo que da significación a tu vida; el llegar a un departamento vacío, sin él, con su ropa, su computadora, sus olores aún filtrándose por cada recoveco de ese espacio por dos compartido.

Nathalie no encuentra otra salida que meterse con cada molécula de su ser a la chamba. Me parece que así quiere darle espacio al dolor y tal vez no sentirlo tan a flor de piel y tal vez no sentir que bien podría morirse sin François. Sus padres y amigos se preocupan pero también saben que no hay nada que puedan hacer, ni ellos ni nadie; saben que este terreno es exclusivo de Nathalie, que lo más que pueden hacer es esperar en la periferia para cuando ella pueda salir de allí.

Pasan tres años de viudez y Nathalie lanza un anzuelo sin pensarlo bien que un colega sueco, Markus, se lo traga perplejo para acabar totalmente prendido de Nathalie. Markus tiene el “don” de pasar por desapercibido, de parecer un pusilánime, puesto que no es apuesto en el sentido de “galán de película de amor”, se ve neurótico; es hombre de pocos amigos, parco. Como decimos en México, posee las tres “fs”: feo, fuerte y formal. Tiene el corazón abierto a lo que la vida le ponga enfrente y resulta que la linda Nathalie se le planta con cierto aplomo enfrente y él no la quiere soltar. Yendo más allá de la apariencia, Markus resulta un tipo inteligente, sagaz, con sentido del humor, dulce, gentil y considerado.

En esos tira y aflojas que se van dando entre ambos, Nathalie comienza a tomar nota de la sensibilidad, seriedad y profundidad de lo que Markus le plantea y ofrece.

Sin embargo, está la percepción de mediocre que se tiene de Markus y aunque Nathalie parece no darse cuenta, los demás sí; lo confunden, no lo reconocen, lo ignoran, hasta se mofan de él.

Por fortuna Nathalie es una mujer sensible que se percata de lo valioso que es Markus y apuesta por él.

El final me pareció muy conmovedor, cuando en off, se oye a Markus decir que se va a quedar allí, en el centro de todas las versiones de Nathalie que se ha podido imaginar desde que la conoce.